martes, 6 de agosto de 2013

Viajar

Me gusta viajar.

Me gusta haberme calado mientras paseaba por el barrio de Montmartre. Haberme tomado una caipirinha (¿o fueron dos?) en una terraza de Salvador de Bahía mientras veía la realidad del país en un viaje de esos de pulserita y todo incluido. Mirar escaparates con vestidos de novia que dejaban muy lejos el umbral del buen gusto en Estambul. Coger un barco para cruzar el Bósforo y pisar Asia por primera vez. Me gusta haber hecho turismo cervecero por Budapest. Volver dos meses después y ver la ciudad de verdad. Me pasó como con Salamanca, necesité dos viajes para conocerla entra resacas. Las dos me enamoraron. Me gusta la Alhambra. Me gusta volver a sitios que pasé en el Camino de Santiago y verlos con más calma. Me gusta perderme, en cualquier ciudad del mundo. Alejarme de la parte turística, sin rumbo fijo. Me gusta buscar el secreto de Roma y no encontrarlo. Me gusta recordar la gotera del hotel de Kata. Reírme al recordar cuando se me rompió el bikini en una playa brasileña. Haber visitado Sofía un año después de vivir ahí y tener una sensación rara, mezcla de vuelta a casa y turisteo. Me gusta LA playa. Que en Viena el metro fuese “gratis”. Ir a Hamburgo sin ninguna expectativa y enamorarme de la ciudad. Me gustan Turkish Airlines y Qatar Airways. Me gusta el vértigo que siento desde la punta de la Torre Eiffel (me gusta ahora, la primera vez que estuve en Paris, de pequeña, mi único recuerdo es llorar, histérica). Me gusta comprar billetes de avión. Me gusta pasar un finde en Madrid sin ver la luz del día. Me gusta pasear por Burdeos.  Me gusta Irlanda, su verde, su gente, su todo. Hasta me gusta haberme caído de una moto en Tailandia. Me gusta el turismo gastronómico. Decidir no subir a la Torre Gálata y que los que sí subieron nos grabasen un video de la puesta de sol desde allí, que vimos tras la cuarta cerveza.

Me gusta cuando los viajes salen según lo previsto, pero me gusta casi tanto cuando hay fallos, anécdotas que recordar.

De los viajes me gusta todo, desde el momento en que piensas por primera vez en un destino hasta cuando los recuerdas años después.


Me gusta tanto que hasta diría que lo necesito. 

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